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Entradas de la A a la Z

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Es imposible para mí hacer una reseña objetiva sobre este disco, aunque en realidad, no suele ser mi objetivo principal cuando escribo. En este caso, como muchos de los que vais a leer este artículo ya sabéis, tuve el privilegio de asistir a las sesiones de grabación que han dado como resultado este último trabajo […]


Cuando llevas muchos años escuchando y coleccionando música, se hace cada vez más difícil encontrar bandas más o menos originales, cuyo sonido llegue a sorprenderte en algún momento. Aunque casi todo está inventado, y lo máximo que podemos esperar es dar con grupos que mezclen con acierto estilos ya existentes, cuando lo hacemos, y esa mezcla está reforzada por buenas composiciones y una cierta personalidad, es realmente excitante.

Esto es lo que me ha pasado con Beat Circus, formación americana que ha grabado tres discos muy diferentes entre sí, y que ultimamente no deja de sonar en mi equipo. El principal responsable de este proyecto es Brian Carpenter, que junto con Brandon Seabrook forma la primera encarnación de la banda en 2001 bajo el nombre de Beat Science. Con el posterior reclutamiento de varios músicos de la zona de Massachusetts, cambian el nombre por el de Beat Circus, grabando su primer trabajo, “Ringleaders Revolt” en el verano de 2003. Los músicos implicados fueron:

Brian Carpenter: trompeta
Brandon Seabrook: banjo y mandolina
Jim Hobbs: saxo alto
Ron Caswell: tuba y efectos
Alex K. Redfearn: acordeón
Jerome Deupree: batería y percusión.

 

El disco comienza con “Overture” (1’01), una introducción circense que nos lleva hasta “Mandalay Song” (4’01), una preciosa versión del tema de Kurt Weill del mismo nombre, que originalmente estaba incluida en su comedia musical “Happy End”, estrenada en Berlín en 1929. Parece una banda sonora para una película de dibujos animados y es impresionante la combinación de los vientos con el banjo (seña de identidad de la banda) y el toque burlesco de la tuba y del saxo barítono (tocado por Charlie Kolhase en todos los temas). La representación continua con “Big Top Suite Pat I-March of the Elephants” (2’00), basada en la canción de Rodgers y Hammerstein “The Lonely Goat Herd”, compuesta para la película “The Sound of Music” (Sonrisas y Lágrimas). Aquí la tuba imita los pasos de los elefantes, formando una pareja curiosa con las partes misteriosas de banjo. Una fanfarria de vientos y batería que parece gritar “I Am Not An Animal, I Am A Human Being” (1’14) nos conduce a un precioso vals macabro, “Big Top Suite Part II-Clowns” (3’21), con aires a Nino Rota. De hecho, me recuerda a la boda de Connie de “El Padrino”, pero con todos los invitados muertos y sin saberlo ellos mismos. Destaca el solo de saxo alto. ¡Genial!

La aparición de los contorsionistas en la pista se preoduce a ritmo de tango en “Contortionist Tango” (6’36), un tema excelente con una gran base de banjo y trompeta, una melodia que nos recuerda a Alamaailman Vasarat, y sobretodo, un gran acordeón.

Con referencias al “free jazz” finaliza esta primera parte, con “Requiem For John Merrick” ( haciendo referencia al tristemente conocido “Hombre Elefante”), que va seguida de “Intermission” (1’12), una versión de “Triumphal March” del compositor Karl King para Merle Evans, que dirigió la banda del Ringling Brothers and Barnum and Bailey Circus Band durante 50 años.

La segunda parte del espectáculo comienza con la actuación de los trapecistas, “Big Top Suite Part III-Daredevil Chicken Trapeze” (0’48), y con otra parte misteriosa, “Grand Entrance” (1’39), con el banjo como protagonista. Le sigue “The Mack” (4’21), otra pieza tipo “años ‘20”, con un buen saxo barítono, golpes de tuba y un curioso solo de banjo. La mezcla de banjo, mandolina y vientos llega a su punto más alto en “Escape from The Big House” (5’06), con DJ Hazard (un comediante de la zona de Massachusetts que hace monólogos de humor acompañado de su guitarra) como narrador, y un fantástico saxo alto. Más cercanas al jazz se encuentran “Die By The Sword” (3’24) con los vientos como protagonistas, y sobretodo “Ringleaders Revolt” (5’36), improvisación colectiva totalmente “free”, que cuenta con la colaboración del guitarrista Sagittarius Brown. La última parte del tema es excelente.

Y para terminar la función, “Exit Music” (1’50), una especie de charlestón muy divertido, que pone punto y final a este fantástico y original disco. Pero Brian Carpenter no es un músico al que le guste repetirse, así que aunque este álbum contiene muchos de los elementos básicos de la música de Beat Circus, sus siguientes trabajos serán muy distintos.

En 2005 , Carpenter comienza a planear su siguiente trabajo, “Dreamland”, que sería la primera parte de una trilogia titulada “Weird American Gothic”, basada en las leyendas, mitos y tradiciones de la América Rural, con ambientes oscuros y sórdidos propios de la literatura gótica sureña. El disco se centra en historias basadas en acontecimientos que ocurrieron a principios del siglo 20, tomando como referencia Nueva York y más concretamente el parque de atracciones de Coney Island, que desapareció pasto de las llamas en 1911. Carpenter crea una partitura de 150 páginas para un gran número de músicos, incluyendo por primera vez partes cantadas en la música del grupo. De esta segunda encarnación de la banda ya conocemos a:

 –Brian Carpenter: voz, harmónica, harmonium, trompeta, etc…
Brandom Seabrook: banjo, guitarra y mandolina.
Alex K. Redfearn: acordeón
Ron Caswell: Tuba
 A ellos se les unen una sección de cuerda formada por la chelista Julia Kent (Antony and the Johnsons), la violinista Kaethe Hostetter, y algunos invitados, el trombonista Curtis Hasselbring, el saxofonista Briggan Krauss y el baterista Matt McLaren. Además, dependiendo del tema y de la instrumentación requerida, aparecen, más músicos invitados.

El viaje por este mundo mágico de Coney Island se inicia con “Gyp The Blood” (2’22), una pieza gótica, misteriosa, con banjo, trombón y cuerdas. Me gusta mucho el aire fantasmagórico que le da el Theremin de Michael Hearst. Un pegadizo ritmo de banjo y cuerdas nos lleva hasta “The Ghost Of Emma Jean” (4’43), tema vocal con aires tradicionales y una buena harmónica. Después, una curiosa combinación de violín, arpa, theremin, harmonium y un piano de juguete nos envuelve en “Hypnogogia” (1’02).Una nueva historia, esta vez sobre los efectos del alcohol, comienza con “Delirium Tremens” (4’06). El principio es hipnótico, con influencias orientales, con el banjo y los coros como protagonistas. La melodia central es preciosa, y destacaría el desgarrador solo de saxo alto a dos voces. Una pieza fantástica que viene seguida por otra corta instrumental, “Lucid State” (1’04), interpretada por un cuarteto de cuerda. Otro gran momento llega con “Death Fugue” (3’11), cuya letra está tomada del poema del mismo nombre del escritor alemán y judio, Paul Celan, en el que se describia el campo de Auschwitz. Las primeras estrofas vocales nos recuerdan a Peter Hammill. Me fascina tanto la base de cuerdas como la impresionante entrada del resto de los instrumentos, y detacaría toda la parte instrumental final, que me trae a la memoria a los Devil Doll.

Una bonita miniatura de voz y harmonium, “The Good Witch” (0’44) nos sumerge en un bloque de temas con referencias a músicas de lugares diferentes. “Dark Eyes” (3’01) es una conocidisimo tema tradicional ruso de gran belleza, tocado aquí en forma de vals y realmente espectral, que sin pausa nos lleva hasta una fiesta en los Balcanes con “Slavochka” (4’08), cuya parte central de banjo me parece maravillosa. Naturalmente, también la América rural tiene cabida en este recorrido, como podemos comprobar en la vocal “The Gem Saloon” (3’26), y como no, los aires españoles, primero con “El Torero” (1’20), y después con “The Rough Riders” (4’19), que comienza con la preciosa melodia de “El 5º Regimiento”, tema de la guerra civil española cuya música es en realidad la de “El Vito”, otro tema popular de nuestro pais, para continuar con otra melodia de influencias judias.

La parte más circense del álbum comienza con “Coney Island Creepshow” (3’32), con DJ Hazard como maestro de ceremonias. Tanto este tema como el siguiente, “Hell Gate” (2’37) nos traslada al mundo de las ferias ambulantes para, a continuación, llevarnos a la orilla del mar. Sobre un fondo de olas, la pianola nos trae recuerdos de los salones del salvaje oeste americano. Es “Meet Me Tonight In dreamland” (3’07), últimos minutos de nuestro trayecto por Coney Island, que finaliza en “March of the Freaks” (2’24), tema circense con un bonito saxo barítono.

“Dreamland” se grabó durante 2006, pero no fue publicado por el sello Cuneiform hasta 2008. En ese momento, Carpenter ya tenía compuesto el que sería el tercer disco de la banda.

El proceso creativo para obtener “Boy from Black Mountain” fue muy diferente al de su anterior álbum. Después de un trabajo con tantos arreglos, tan grandioso, Carpenter comenzó a escribir letras más personales a las que luego le añadiría música. Quizás la noticia de que su hijo sufria Autismo le hizo pensar más en su niñez en Florida, en un entorno rural, y en las historias que le contaba su padre, recolector de sandias y baptista, sobre su propia juventud. Durante este proceso, Alex K. Redfearn y Matt McLaren dejan el grupo, y nuestro protagonista lo reestructura totalmente con nuevos músicos y algún que otro conocido. La formación queda así:

Brian Carpenter: voz, harmónica,acordeón,trompeta, harmonium y piano.
Jordan Voelker: viola y voz
Ron Caswell: tuba
Andrew Stern: guitarra y banjo
Paran Aminazari: violín y voz
Gavin McCarthy: batería
Paul Dilley: contrabajo y guitarra acústica
Doug Larosa: trombón

El álbum se abre con “The February Train” (4’16), tema con influencias de la música Cajún, donde las cuerdas tienen un aire optimista y a la vez nostálgico. Le sigue “The Life You Save May Be Your Own” (2’59), pieza casi Country, con un gran ritmo. Me encanta la harmónica, los coros, donde participan las vocalistas Larkin Grimm y Ellen Santaniello, y sobretodo, su fantástico estribillo. Continuamos con el tema que da el nombre al disco, “Boy From Black Mountain” (3’48). Para escribir esta canción Carpenter se basó en el cuento infantil “Harold and the Purple Crayon”, escrito por Crockett Johnson en 1955. Seguramente está relacionado el hecho de que el cuento trate sobre un niño que es capaz de dibujar su propia realidad y el recien diagnosticado autismo de su hijo. Musicalmente, es una canción preciosa, con la voz y la guitarra acústica como base principal, y con unos formidables interludios instrumentales interpretados por el violín y la viola, con la voz soprano de Santaniello acompañándolos.

“Clouds Moving In” (1’25) es la primera instrumental del disco, de corte clásico, en la que destacan las cuerdas y la guitarra. Le sigue “Petrified Man” (3’43), que parece una de esas canciones casi épicas que en las películas del Oeste narraba las hazañas del protagonista, cuyo nombre solia ser el título del film. La combinación del banjo, la harmónica, el trombón y la tuba me parece genial. ¡Buenísimo!

Con “As I Lie Dying” (4’33), excesivamente festiva, y “Saturn Song”, algo aburrida, con aires rurales, llegan los únicos momentos del disco que no me convencen. Pero entonces escuchamos una de las melodias más bonitas que Carpenter ha escrito durante su carrera. Es “The Course Of The River” (1’45), una pieza instrumental excepcional, donde el violín y la viola están acompañados por el contrabajo, y unos detalles fantásticos de harmónica y guitarra. ¡Increible!. Un rápido comienzo de violín, acompañado de banjo y trombón, da paso a “The Quick And The Death” (5’00), otra canción épica que narra una venganza. Es también una de mis favoritas, y las cuerdas le dan un cierto aire fantasmal. Continuamos con “The Sound And The Fury” ( 4’11), una curiosa y variada pieza instrumental, que tiene un gran principio con cuerdas y la voz de Santaniello, seguido de la Suona ( instrumento de viento chino) de Bill Cole y un buen ritmo de contrabajo y guitarra. En una onda diferente encontramos “Judgement Day” (3’55), un tema sobrio, muy bonito donde la voz nos recuerda a Lou Reed. Para terminar, dos instrumentales muy diferentes. La primera, “Nantahala” (3’48) muy potente, con una gran base de cuerdas y un pegadizo riff de guitarra, y la segunda muy suave, ya que es una nana que Carpenter dedica a su hijo, titulada “Lullaby For Alexander” (1’59), interpretada con acordeón y violín.

Así termina este fantástico disco, publicado por Cuneiform este mismo año, y que seguramente ha sorprendido a muchos de los seguidores de la banda. La primera vez que lo escuché me dejó un poco frio, ya que me esperaba algo más parecido a “Dreamland”, pero al ir escuchándolo más me he dado cuenta de lo bueno que es, y ahora me produce el mismo placer que sus dos trabajos anteriores.

¿Con qué nos sorprenderá Brian Carpenter en su próximo proyecto?. Esperemos no tener que esperar demasiado para averiguarlo.

Francisco Macias

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