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Entradas de la A a la Z

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Es imposible para mí hacer una reseña objetiva sobre este disco, aunque en realidad, no suele ser mi objetivo principal cuando escribo. En este caso, como muchos de los que vais a leer este artículo ya sabéis, tuve el privilegio de asistir a las sesiones de grabación que han dado como resultado este último trabajo […]

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Es impresionante la habilidad que tiene John Zorn a la hora de escoger a los afortunados que se encargarán de colorear y añadir nuevas texturas a sus composiciones del universo Masada.

Las últimas cuatro entregas de la serie “Book of Angels” tienen en común la utilización de grandes formaciones, con gran cantidad de músicos e instrumentaciones variadas, y sin embargo, son discos muy diferentes. Si en “Alastor” (Vol. 21), Eyvind Kang, acompañado de casi una veintena de músicos, dotaba a las composiciones del libro segundo de Masada de  misticismo y belleza oriental, adornadas por coloridos arreglos orquestales, en “Adramelech” (Vol. 22), Zion 80 fusionaba la música judía con el afro beat y el funk, dando como resultado uno de los “libros de los ángeles” más sorprendentes. Después, en “Aguares” (Vol. 23), el percusionista cubano Roberto Rodriguez, acompañado de una decena de músicos  israelíes, puso el sabor caribeño propio del jazz latino, tan importante en el Downtown neoyorquino, al servicio de Zorn, enriqueciendo su catálogo, al igual que acaban de hacer los mexicanos Klezmerson en esta última entrega de la serie “Book of Angels”, titulada “Amon” (Vol. 24).

Liderado por el violista, pianista y compositor Benjamin Shwartz, este grupo, acompañado por ocho colaboradores más, ha conseguido sorprendernos al fusionar la música de tradición judía con el folclore mexicano, moviéndose a caballo entre el jazz, el funk y el rock.

A instrumentos como la viola, el violín, el violonchelo, la flauta, el saxo, el clarinete, el trombón, la trompeta, el oud, la guitarra, el teclado, el bajo, la batería o las percusiones, se les unen otros, similares a la guitarra, propios de la tradición mexicana, como el requinto, la leona o la jarana. El resultado es tan impactante como refrescante. Un disco que muestra en cada escucha nuevos detalles, y nos ofrece la visión de un paisaje de enorme profundidad, lleno de formas, colores y texturas variadas, y repleto de vida. Los músicos son:

-Benjamin Shwartz: viola, piano, órgano y jarana

-María Emilia Martinez: flauta

-Chali Mercado: batería

-Chatran González: percusiones

-Juan Manuel Ledezma: guitarra, requinto y leona

-Marco Rentería: bajo

-Carina López: bajo

-Dan Zlotnik: saxos y clarinete

 

-Gustavo Nandayapa: batería y percusión

-Osiris Caballero León: violín y jarana

-Rolando Morejo: violín

-Moises García: trompeta

-Homero Santiago: trombón

-Rodrigo Santoyo: oud

-Natalia Pérez. Violonchelo

-Alex Otaola: guitarra

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El Cd se abre con una pieza ya conocida,  “Samchia” (4’10), donde la preciosa melodía de origen judío, primero interpretada por las cuerdas y después por la guitarras mexicanas y la eléctrica, se combina con las percusiones , arreglos de viento y flauta de aires latinos, sobre una profunda  base rítmica. Una interpretación muy diferente a la que hizo Eyvind Kang en “Alastor” (Vol. 21). La belleza y la originalidad de la música, junto con la impresionante producción, los múltiples detalles y la nitidez del sonido, te atrapa frente al equipo de música, siendo imposible liberarse hasta el final del disco. Continuamos con “Iahmel” (4’26), muy mexicana, con el requinto y la viola creando la base para la melodía de flauta y voz. Bonitos detalles de clarinete y piano, y una parte final muy mediterránea, con las cuerdas como protagonistas y fantásticas percusiones apoyándolas. Los aires de Mexico continúan en “Abachta” (5’24), mezclados con las influencias clásicas, representadas por las cuerdas y la melodía judía de flauta. Repleta de cambios, y de una riqueza sorprendente, esta pieza contiene un  precioso  solo de violín, y otro de flauta y piano. ¡Genial!. El siguiente corte es “Yefefiah” (5’42), una maravilla de aires cinematográficos, combinados con un fuerte esencia rockera, con mucha guitarra y piano eléctrico, bonitas flautas, arreglos de viento y potentes ritmos cargados de percusiones, sin olvidar ese punto judío que define el universo Masada.

Sin abandonar el espíritu sefardita comienza “Mashit” (4’53), con una bonita melodía de órgano, interpretada después con el piano (el trabajo que hace en esta pieza Benjamin Shwartz con este instrumento me encanta), sobre una base latina, repleta de percusiones y arreglos delicados de viento. Destaca también las figuras de guitarra, que nos recuerdan a Marc Ribot, con el piano jugueteando detrás, y el pequeño solo de flauta. Continuamos con “Sehibiel” (3’44), que nos recuerda al Masada String Trio, ya que es una pieza lenta, de una gran belleza, con las cuerdas como protagonistas absolutas, adornadas con detalles de piano eléctrico y acústico, y finos arreglos de viento, realmente maravillosos sobre todo al final. Las cuerdas también son muy importantes en “Zikiel” (5’32), tanto frotadas como pellizcadas,  arropadas por los vientos, y paseando sobre bases cercanas al rock y al funk, con las percusiones muy presentes. La recta final del disco comienza con “Kabshiel” (2’56), donde el piano nos regala una bella melodía, con el apoyo de las cuerdas pellizcadas, para ser luego ellas las que toman el relevo, arropadas por las percusiones, las guitarras,etc…Una pequeña joya, seguida por “Amabiel” (6’40), colofón perfecto del álbum, rítmico, lleno de energía, con los vientos en primer plano. Crean un ambiente juguetón, junto a las percusiones, que se ve interrumpido por los interludios de viola y violín, hasta llegar al solo de saxo, con la trompeta y el trombón acompañándolo.

En definitiva, un disco que, al igual que otros muchos compuestos por John Zorn, te deja la sensación de haber escuchado algo realmente nuevo, fresco, desafiando esa actitud cerrada que muchos oyentes de ciertos tipos de música sostienen ante las influencias de otros campos. Un álbum que podremos escuchar en muchas ocasiones y en el que siempre descubriremos algo que se nos ha escapado.

Fran Macias

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