No me resulta fácil escribir un artículo sobre el disco-libro de Pablo Canalis, “Folclores Imaginarios”. La razón es que la música que contiene está llena de elementos desconocidos para mí, de músicas que no estoy acostumbrado a escuchar, y es que Pablo, como cualquier músico que valga la pena, tiene una visión y una apertura musical muy superior a la de cualquier oyente. Desde la primera vez que me habló de este proyecto, me gustó la idea de que el Cd viniese acompañado por un libro donde no sólo se explicara la procedencia de las influencias e instrumentación de cada pieza, sino donde también hubiera espacio para un glosario de instrumentos musicales que muchos de nosotros no sabemos ni que existen. El resultado ha sido mejor de lo que esperaba. El diseño, las ilustraciones, las fotos, el concepto entero es sobresaliente, y como, la música.
Aunque Pablo es conocido por el público “progresivo” por ser el bajista de la banda asturiana Senogul, su música, como creador, difiere bastante de lo que llamamos “rock progresivo” y se adentra en extensos parajes donde los diversos estilos musicales conviven en armonía sin temor a que la relación entre ellos sea catalogada bajo ningún epígrafe en concreto. Integramente interpretado por Pablo (no he contado cuanto instrumentos toca, pero son una barbaridad), con la ayuda de algunos amigos, “Folclores Imaginarios” no es un disco fácil de escuchar, ya que se van mezclando sonidos diferentes que pueden evocarnos imágenes o sentimientos, más que ofrecernos melodias facilmente digeribles.
¿Puede gustarnos este disco sin tener el libro al lado para que nos guie?. En mi caso, hay piezas que tienen un gran valor por sí mismas, independientemente de lo que signifiquen o de la procedencia de los instrumentos que se utilizan. Algunos de ellos son “Debajo de la Higuera”, una composición excelente de aires andaluces con base de bajo y Taishokoto (instrumento de cuerda japonés con un sonido alucinante), y que cuenta con la colaboración de Eduardo G. Salueña (teclados) e Israel Sanchez (guitarra). Impresionante la coda final compuesta por Edu; “Vereda de los Tunantes”, de nuevo con el Taishokoto como protagonista, combinado con diversas percusiones y la flauta de Germán Argüello; “Yes, Una Maquina!”, curioso diálogo entre el fagot de John Falcone y una máquina de escribir: “Capoeria do Deserto”, con una bonita combinación de guimbardas y Taishokoto; “Fractal Bird”, de aires andinos; “Hall of Mirrors”, excelente improvisación colectiva que puede gustar a los amantes del RIO, con Edu, Israel y el grupo Killing Zoe acompañando a Pablo o “El Oráculo”, preciosa composición para citara que los amantes de la música de Senogul ya conoceran, ya que se utilizó como introducción del tema “Swaranjali” en el segundo disco de la banda, “Concierto de Evocación Sonora para Conjunto Instrumental”.
Para disfrutar plenamente del resto de los temas necesito la guia. No es que todos sean piezas oníricas, ambientales o una sucesión de sonidos que nos sirve como muestrario de instrumentos ( de hecho hay ritmos pegadizos en “Oba-Ye” o una variada y preciosa instrumentación en “El Bosque del Fauno”), pero en general me parecen más dispersos, hasta que leo el libro y las entiendo un poco mejor. También hay hueco para el buen humor, en piezas como “Sevillanas del Negrón” o el tema “escondido”, del que no revelaré el nombre.
En definitiva, un disco que gana con las sucesivas escuchas, y un proyecto realmente interesante y original.
Francisco Macias